sábado, 13 de febrero de 2010

DIOS LO QUISO - EL EJERCITO REVOLUCIONARIO DEL PUEBLO

Ningún proceso político, ni siquiera el más pobre en causas, nace por generación espontánea.
La presencia del ERP en Tucumán, pues, no fué el resultado de una simple decisión que tomara el secretariado del PRT -Partido Revolucionario de los Trabajadores-, del cual el ERP era brazo armado.
Se conjugaron, para que ello ocurriese así, innumerables causas, -internas y externas-, de índole social, económica y política, causas necesarias, libres, esenciales y accidentales que en definitiva le dieron al derrotero subversivo tucumano un énfasis, una dirección, una meta.
Hacia fines de 1965, principio de 1966, una superproducción de azúcar ponía al enclenque gobierno radical en trance de subsidiarla echando mano a 12 millones de dólares, de los cuales carecía y que hubo de emitir artificialmente.
Hizo crisis, de esta manera, un problema social que se venía insinuando desde tiempo atrás, pero al que nadie pudo encontrarle solución.
Sobre la ola que comenzaba a crecer, treparon sacerdotes tercermundistas y miembros de las distintas capillas de la izquierda vernácula.
En años anteriores, el norte argentino había sido elegido por el marxismo para desenvolver una estrategia de guerrilla rural epilogada en completo fracaso.
En ese año operaba en las montañas boscosas de Orán, Provincia de Salta, un contingente irregular, al estilo cubano, que dió en llamarse "Ejército Guerrillero Popular".
Su jefe, al cual le decían sus seguidores "Comandante Segundo" -el primero sería en Bolivia el "Che Guevara"- había decidido anticiparse a la aventura guevarista del altiplano, con resultados que la historia conoce.
Sin embargo, la guerrilla estaba aún en pañales.
Sólo a partir de 1966 la subversión comienza a desarrollar su estrategia de captación e infiltración coherente, cuyos efectos inmediatos se verían en el Cordobazo y cuyos efectos mediatos los padeceríamos a partir del 25 de Mayo de 1973.
Entre 1968 y 1969, la labor que desenvuelven los sacerdotes tucumanos, los padres Rubén Sanchez y Amado Dip -luego colaborador de la revista marxista "Militancia", que dirigía el Dr. Ortega Peña- en ingenios y barriadas es de particular importancia.
Apoyados por el Obispo Raúl Gomez Aragón, no sólo soliviantaban los ánimos, confesándose "socialistas", sino que amparan a cuanto extremista existe.
Fué en Septiembre del 68 que se descubre en el sur de la provincia, más precisamente en Taco Ralo, otro brote guerrillero.
De ideología marxista, aunque originario del peronismo, su conductor, Anuar el Kadre, se identificaba como perteneciente a las FAP -Fuerzas Armadas Peronistas-, grupo que respondía, entre otros, al dirigente Héctor Villalón.
Pasó el tiempo, y un 6 de septiembre de 1971, dos abogados, Raúl Fagalde y Julio César Rodríguez, siguiendo un minucioso plan elaborado por el arquitecto Luis Alberto Lea Place, solicitan permiso para hablar con varios detenidos alojados en el penal "General Urquiza" de San Miguel de Tucumán.
En el locutorio, mientras simulaban conversar con algunos de los subversivos, extraen diversas armas que proceden a repartir entre los reclusos, a la par que reducen al personal de vigilancia.
Tras una batalla campal que dura varios minutos, donde son muertos cinco guardias, catorce cabecillas del ERP fugan de prisión.
Sus nombres, a la sazón poco conocidos, darían luego que hablar a la República: Carlos Benjamín Santillán, José Manuel Carrizo, José Benito Urteaga, Ramón Rosa Gimenez, Humberto Pedregosa, Roberto Eduardo Coppo, Ramón Alberto Gomez, Roberto Simón Gargiulo, Hugo Choque Arroyo, Manuel Alberto Gonzalez, Juan Mangini, Luis Tirso Yañez, Manuel Negrín y Ramón Díaz.
Muchos de los arriba nombrados serían encarcelados, juzgados y sentenciados a cumplir diversas penas por la célebre Cámara Federal en lo Penal.
Pero el 25 de mayo, la turbamulta concentrada en Plaza de Mayo, con la anuencia de Cámpora y su entorno -Juan Manuel Abal Medina, Esteban Righi, Mario Cámpora y otros- marcharon hacia Villa Devoto donde procedieron a ejecutar la desincriminación masiva que tantas lágrimas y sangre nos costaría después.
Si en aquel momento se hubiesen cumplido a rajatabla los 5 puntos que el generalato en pleno; excepción hecha del hoy Gobernador de Buenos Aires, general de brigada Ibérico Saint Jean, firmó, quizás el curso de los acontecimientos hubiese sido distinto.
Pero las cosas sucedieron de acuerdo a los planes del enemigo, y nada pudo hacerse para evitar el lesivo atentado a la soberanía nacional y a la memoria de los camaradas caídos en que incurrieron los desincriminadores, o sea, gobernantes, legisladores y militares.

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