En términos generales, la corrupción política es el mal uso público (gubernamental) del poder para conseguir ventajas ilegítimas, generalmente secretas y privadas.
El término opuesto a corrupción política es la transparencia.
Por esta razón se puede hablar del nivel de corrupción o transparencia de un Estado.
Todos los tipos de gobierno son susceptibles a la corrupción política.
Las formas de corrupción varían, pero las más comunes son el uso ilegítimo de información privilegiada, el tráfico de influencias, las coimas, el patrocinio, sobornos, extorsiones, fraudes, malversación de fondos públicos, la prevaricación, el caciquismo, el punterismo, la cooptación, el nepotismo y la impunidad.
La corrupción facilita a menudo otro tipo de hechos criminales como el tráfico de drogas, el lavado de dinero y la prostitución ilegal; aunque no se restringe a estos crímenes organizados, y no siempre apoya o protege otros Crímenes
El concepto de corrupción difiere dependiendo del país o la jurisdicción donde se la ejerce.
En algunos países, la policía y los fiscales deben mantener la discreción sobre a quien arrestan y acusan, y la línea entre discreción y corrupción puede ser difícil de dibujar.
En países con fuertes intereses de grupos políticos, las prácticas de corrupción se dan con más facilidad.
La corrupción política es una realidad; su nivel de tolerancia o de combate evidencia la madurez política de cada país.
Por esta misma razón existen entidades nacionales e internacionales, oficiales y privadas con la misión de supervisar el nivel de corrupción administrativa internacional.
La corrupción, contrariamente a lo que podría pensarse inicialmente, no es sólo responsabilidad del sector oficial, del Estado o del Gobierno de turno, sino que incluye muy especialmente al sector privado.
En muchos países, como en los de Latinoamérica, dicho sector tiene una gran influencia estatal y por lo tanto el nivel de corrupción presente en esos países tiene mucho que ver con la manera en la que se comporta el sector privado en conjunto con los sistemas políticos.
Un chiste que circulaba por los años de la década de 1990, decía que al dirigente radical Eduardo Angeloz le llamaban "aloe vera", porque cada día se le encontraban nuevas propiedades...
Claro que, el corruptísimo ex gobernador de Córdoba no era la excepción a la regla.
Lo más actualizado a esta infame modalidad de enriquecerse robándole al pueblo, parece estar llevándola a cabo el jefe de Gabinete de la Nación, Aníbal Domingo Fernández, a quien, por esas cosas que ocurren, se le ha descubierto otra de sus flamantes guaridas.
Así dice un informante acerca de la ubicación de dicha "casita":
"Aníbal Fernández consiguió una casa que se parece a las del fonavi, pero tiene una pared de 7 metros de alto, hecha con columnas de granito y cemento con portones de chapa de acero (esto debe ser por la sensación de inseguridad, que solamente existe en la imaginación de los medios).
La casita tiene dos pisos, es un gran chalet de tipo americano con techo a dos aguas de tejas con una linda pileta y un parquecito con algunos yuyitos"...
Está ubicada en la zona de Lomas de Zamora, en calle ACEVEDO al 700 mano derecha al oeste.
Sin embargo Aníbal Fernández, el empleado más verborrágico de los Kirchner, hace silencio al respecto.
Siendo que lo suyo son los medios, las palabras despectivas, las desmentidas, los exabruptos, pero nada de esos argumentos de su repertorio pudo verse ni oírse en los últimos días.
“Son oligarcas.
Ídolos de barro.
Sólo quieren llegar al gobierno para pasarla bien”, sentenciaba Eva Perón.
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